Sinapsis

Dogville es una puesta en escena que agarra del pescuezo al espectador. Lo toma suave, lento y con dulzura, pero conforme al trascurrir de los capítulos el apretón es sofocante, tanto así que el público quiere poner fin a su sufrimiento. Sin embargo, la mano que aprieta no ahorca y el espectador puede tener síntomas soporíferos durante la mitad de la cinta. Aunque los más sensatos disfrutarán el delicioso sabor de la justicia (¿o venganza?).

En general, el cine de Lars von Trier es arriesgado. Desde su primer largometraje, Forbrydelsens Element (1984), se aprecian ciertos elementos que han persistido hasta su más reciente película Melancholia (2011). Cabe aclarar que pese a haber ciertos elementos recurrentes, no es posible afirmar que haya una homogeneidad en sus películas; por lo que Trier demuestra en 2003, con Dogville ―una creación muy genuina, original y alejada de los marcos tradicionales― que está dispuesto a ocupar un lugar en la posteridad del cine mundial.

Dogville tiene una puesta en escena inusual, y quizá esta es una de sus principales características. La decoración y la escenografía remiten inmediatamente al teatro, como si Trier videograbara en vivo una representación de este arte. Pero las tomas no son largas ni estáticas, por lo que es posible afirmar que Dogville es un híbrido entre el cine y el teatro.

La película tiene una duración de casi tres horas. Es cierto que para algunos críticos ha sido un exceso, pero esta extensión dio la oportunidad de elaborar diversas historias dentro de la villa de perros. Grace (Nicole Kidman) tiene la oportunidad de ser maltratada de las formas más inverosímiles por cada uno de los habitantes del pueblo. El espectador se pregunta por qué la dócil Grace es tan condescendiente, pero ni siquiera el afable narrador adelanta explícitamente los revulsivos sucesos finales.

La relación más interesante es la que Grace tiene con Tom (Paul Bettany), fracasado y pseudointelectual cuya actuación es ambigua tal como la relación que sostienen. Este es un verdadero ejemplo ―siguiendo la lógica de Tom― de una relación entre amigos o parejas amorosas: la doble condición de ausencia y presencia; de amor y traición; y de vida y muerte.

La connotación de perro tiene un fuerte significado para comprender esta obra. El propio Ferdinand de Saussure reconocería que la imagen mental (significado) que el espectador tiene de un ser humano ha cambiado desde ahora. El cambio de luz hizo ver a Grace las espinas de las grosellas, y se dio cuenta que de nada sirve aliviar los síntomas si la enfermedad todavía está presente.

Ficha:

Título original: Dogville

Título en español: "Villa de perros" o "La villa del perro".

Director: Lars von Trier

Guion: Lars von Trier

Año: 2003

País: Dinamarca

Reparto: Nicole Kidman, Paul Bettany, Lauren Bacall, Stellan Skarsgård, James Caan, Ben Gazzara, Harriet Anderson, Jean-Marc Barr, Patricia Clarkson, Jeremy Davies, Philip Baker Hall, Udo Kier, Chloë Sevigny, Siobhan Fallon, Blair Brown, Zeljko Ivanek

Género: Drama, Thriller.

Arrebato es una obra de viajes constantes en la línea del tiempo, con un argumento enrevesado y un final inquietante. En general es una cinta que exalta y explora al límite las propiedades del cine; es un experimento propio de un clarividente, un mago y artífice del séptimo arte. Pero también puede ser una obra pretenciosa, circunscrita a un determinado momento histórico, cuyo análisis sociológico, psicológico y estético revelan carencias que han destinado este filme al olvido general.

De esta pieza se ha comentado mucho. Se ha mencionado que es una de las obras maestras de la cinematografía española, que es una película de verdadero culto y una representación de lo que es el cine de autor. Arrebato es un filme de 1979 y en ello reside el valor intrínseco de la obra. Con limitaciones técnicas, Zulueta elabora un largometraje (su único filme de esta extensión) que con el paso de los años se ha revaluado.

El argumento no es complicado, pero sí lo es su presentación. La presencia perenne de los polvos hace que el propio público se sumerja en una serie de imágenes hilarantes que Iván Zulueta ha propiciado para los pocos y privilegiados espectadores. Zulueta, sin embargo, presentó una obra tramposa. Es tramposa porque ha drogado al público: largas escenas de depresión del sistema nervioso central; y breves y adictivos estimulantes. Es una lucha entre depresores y estimulantes; una lucha entre el aletargamiento y la euforia; es una ida y vuelta entre el argumento lineal y los puntos de fuga. No es ético que un cineasta drogue al público sin su consentimiento, pero Arrebato no es una película moralista.

La película es una fábula sin moraleja, como dijo en su momento Luis Martínez de El País. Lo mítico de esta pieza puede representarse en la propia figura de Will More ―asociado con la movida madrileña― con su notable actuación. Eusebio Poncela, protagonista de Arrebato, actúo en algunas escenas bajo los efectos del opiáceo; no se diga al propio Willmore o a la sensual Cecilia Roth, todos ellos guiados por el heroinómano director. La parafernalia que encierra a este filme va muy de la mano con el culto a lo oscuro, a lo estrambótico, a lo perturbador. Hoy, sin embargo, una mirada crítica podría ver por encima de esta representación clisé de Pedro (Will More). Pero también un ojo agudo percibirá que es una representación "no comercial" de una temática recurrente en el cine, cuyos ejemplos son harto reconocidos (Trainspotting, Réquiem for a Dream, Spun, Fear and Loathing in Las Vegas).

Arrebato es una obra cómica, pero su gracia es oscura. A grandes rasgos, no puede ser más que un filme aristocrático, críptico, para que únicamente los consumidores de heroína y cocaína puedan disfrutar de una dosis extra. Es, además, una obra que sosiega y luego sorprende con un arrebato final. Sin embargo, para el espectador casual puede representar el primer acercamiento a estos narcóticos. El riesgo reside en la adicción.